No somos nadie... y menos con el ordenador roto.
Mira tú por donde, con esto de la fotografía digital, resulta que no tenemos que cortarnos a la hora de sacar fotos cuando vamos de viaje, en lo cumpleaños y celebraciones, o en cualquier momento en el que simplemente apetezca sacar una foto. Y ¡qué digo cortarnos! Desde la invención de las microtarjetas de memoria a miniprecios de risa, ya parecemos fotógrafos profesionales, de esos que sacan de cada toma dos o veinte fotos, para afinar la luz, el encuadre, por si los ojos cerrados o la boca abierta... como caben cientos, miles de fotos, pues... sin problemas, que ya borraremos.
Recuerdo cuando, de cada viaje de vacaciones que hacía, sacaba uno, dos o ¡como mucho! tres carretes, total, un máximo de unas cien fotos, o diapositivas, que no sabia si estaban bien mal o, como casi siempre, peor, hasta que no las retiraba del laboratorio... Ahora, sin embargo, un fin de semana en una casa rural aislada en un bosque, rodeado de niebla y sin luz, por haberse quedado el grupo electrógeno sin gasolina, puede implicar un mínimo de doscientas fotos. Si sale un poco el sol, trescientas.
Evidentemente, de semejante “fotorrea”, no se pasan a papel ni un diez por ciento. A lo sumo, se ponen en un “cedé”, para verlas en la tele, en plan sesión de diapositivas... aunque si las sesiones de diapositivas, con treinta o cuarenta, podían hacerse eternas, imagina “el disco de las vacaciones”, con cientos de magníficas fotos y engendros fruto de nuestros primeros pasos (tropezones e incluso batacazos) con el fotoshop.
Porque esa es otra: antes el profesional de la fotografía se curraba el revelado, positivado e impresión de lo que con más o menos cuidado o suerte habíamos hecho previamente... pero ahora somos nosotros mismos los que tenemos que apañar (porque mejorar...) lo que se ve detrás de la pantallita LCD (no el tradicional ocular) nos parecía perfecto. Y sin tener ni idea de qué es la saturación, el cian, la temperatura, el grano o el magenta. La lotería es más fiable.
Al cabo de varios cientos de intentos, de pasar horas y horas “editando”, de comprobar con horror que hemos borrado “la buena”, y solo queda “lo que queda”, decidimos ser menos alegres con el disparador de la máquina, más cautos con el editor y menos plastas con el visionado de las fotos.
Pero, el caso es que guardamos todo el material, bueno, malo o peor, en el ordenador. Sólo de tarde en tarde (normalmente demasiado tarde) nos acordamos de sacar una copia en “cedé” o “deuvedé”. Y del papel, ni hablamos. Todo lo cual, dicho sea de paso, me parece injusto para el noble gremio de los fotógrafos, y me parece una escalón más de esta ola alienizante del bricolaje. El “hágaselo usted mismo”, que amenaza con arruinar sectores artesanales de raigambre, y nuestra civilización misma, con el pretexto de que “es facilísimo” (mentira y gorda: nuestras fotos potochopeadas son tan malas como la estantería de conglomerado imitación nogal que a duras penas se sostiene en pié y que hicimos por obra y gracia –o desgracia- del puñetero manitas vascuence de la tele).
Pues eso. Que guardamos todo en la “casi infinita memoria” de nuestro “pecé”, con la confianza absoluta de su invulnerabilidaz, durabilidaz, seguridaz... (¡¡¡basta!!! ¡¡¡ VADE RETRO, ZP!!!)...
Confiados hasta que deja de funcionar. En cuyo caso, nos quedamos en manos del único experto al que no podemos emular... ya que más que técnico experto, el informático es un brujo iniciado, un chamán iluminado por quién sabe qué toque del más allá... dejémoslo para otro momento.
Decía que todas nuestras fotos las guardamos en el pecé, que a su vez decide tomarse unas vacaciones en el momento más oportuno y... esa es la causa de que os esté soltando esta monserga, en vez de colgar, directamente, las fotos de la recogida de la leña y de la hoguera de Nochebuena (de paso, os doy un poco más de tiempo a los que tengáis fotos para mandarlas al correo del blog. Que ese sí funciona. De momento.)
Espero tener el maldito pecé operativo antes de 2010, y poder poner alguna foto de la Nochebuena. Mientras tanto, sed buenos, sed buenas, no abuséis del turrón, ni del duro ni del blando, como tampoco de esos nuevos inventos (fruto también de alguna malvada, retorcida y diabólica mente) que son los polvorones rellenos de crema, que ya ni “Pamplona” se puede decir con el amasijo que se forma en la boca al intentar comerlos. Que los Reyes Magos, Papá Noel, el Olentzero, el Cagatío o cualquiera de sus colegas del gremio que sea de vuestra devoción, se porten como se espera de ellos y que el 2009 sea como deba de ser. Qué le vamos a hacer, siempre nos seguiremos viendo por el pueblo. Y por aquí, si el hechicero de los códigos binarios tiene a bien arreglarme el puñetero ordenador.
Y para que no digáis que sólo le doy a la tecla, ya veis que os he puesto unas postalitas alusivas a las fechas (qué le vamos a hacer... es lo que hay)
