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Pocas veces pasa "algo" en el pueblo, "algo" que se salga de la lenta rutina de todos los días. Nos ha tocado este domingo pasado. Coincidiendo casi con el triste aniversario del incendio que arrasó el vecino pinar y se llevó por delante once vidas, el fuego nos hizo su visita.

En esta ocasión, por suerte, apenas ha sido una anécdota para comentar en el verano: Iniciándose las tareas de la cosecha, una chispa producida por la máquina prendió en el cereal seco. La rapidez conque se pusieron en acción los que se disponían a tomar el aperitivo en el bar, de todos los que estaban en el pueblo, hizo que en apenas una hora, la cosa no quedara más que en un susto. A pesar de que el calor y, sobre todo, el fuerte viento hubieran podido crear una situación de bastante gravedad, ya que el fuego se inició justo encima del albergue, la rápida actuación de nuestros obligados bomberos hizo que los equipos de extinción, helicóptero incluido, sólo tuvieran que darse un paseo.

A todos los que intervinieron (que no nombro, porque estabais todos, y no es cuestión de dejarme a nadie en el tintero), gracias.

Recordemos, cuidado con el verano. Que las chispas las carga el diablo.